Los
numerosos monasterios fundados en Aragón por distintas órdenes
religiosas a lo largo de su historia no han sido únicamente centros
espirituales, sino que desde los inicios de la reconquista cristiana
fueron piezas clave dentro del desarrollo de la región, favoreciendo
la repoblación del territorio a la vez que actuaban como focos
difusores de cultura y custodios de un rico patrimonio. En una época
en la que religión y política estaban íntimamente ligadas, los
abades y abadesas de los cenobios más importantes fueron consejeros
de los monarcas. De este modo, muchos monasterios nacieron bajo la
protección de la propia monarquía e incluso algunos fueron elegidos
como lugar de enterramiento real. Hoy se conservan gran parte de
estos magníficos conjuntos que esconden entre sus muros incontables
testimonios del devenir de Aragón hasta nuestros días.
Son
abundantes las órdenes religiosas que a lo largo de la historia han
establecido en Aragón sus fundaciones: cluniacenses, cistercienses,
órdenes militares como las del Hospital de San Juan de Jerusalén,
el Temple o el Santo Sepulcro, las órdenes de los Cartujos,
Dominicos, Franciscanos o Clarisas entre otras. Los primeros
monasterios que surgen en Aragón están ligados al mundo visigodo y
carolingio aunque apenas quedan restos, ya que fueron arrasados en su
mayoría tras la conquista musulmana de la Península Ibérica en el
siglo VIII. Las tierras altas de los Pirineos no se islamizaron y fue
allí donde surgieron los condados de Aragón, Ribagorza y Sobrarbe,
territorios que en principio carecían de estructura
político-administrativa. Los monasterios jugaron el papel de
ordenadores de la vida social y económica de estos territorios,
poniendo en explotación las tierras con ayuda de sus habitantes. En
esta época, durante los siglos IX y X se fundaron cenobios como San
Pedro de Siresa (Siresa, Huesca), Santa María de Obarra (Calvera,
Huesca), San Adrián de Sasabe (Borau, Huesca), San Pedro de Jaca
(Jaca, Huesca) o San Juan de Ruesta (Ruesta, Zaragoza).
Monasterio de San Pedro el Viejo. Huesca. |
Monasterio de las tres Sorores. Santa Criz de la Serós. Jaca. |
Monasterio de Sigena. |
Monasterio de Veruela. Zaragoza. |
La Cartuja de Aula- Dei. Zaragoza. |
las ideas ilustradas y con la aprobación
de las leyes desamortizadoras que supusieron el desmantelamiento de
los centros religiosos y en ocasiones su destrucción debido al
creciente anticlericalismo. La Guerra Civil fue otro duro revés para
estos conjuntos y su patrimonio. En la actualidad gran parte de los
monasterios aragoneses se encuentran en estado de ruina. Unos pocos
mantienen intactas sus funciones, de otros muchos sólo se conservan
partes, por lo general la iglesia; algunos han sido reformados y se
han convertido en focos de atracción de un turismo cada vez más
abundante.
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