Si te gustan los paseos por el campo, cuelga los tacones y cálzate unas buenas botas de montaña para recorrer las hermosas rutas que te regala este pueblo aragonés. Los apasionados de la naturaleza quedarán encantados con la Sierra de Albarracín y sus bellos parajes. Entre bosques, ríos y montañas rocosas, se abren caminos de cuentos medievales y antiguas leyendas. En los meses soleados, podrás refrescarte bajo su cascada, un auténtico baño de dioses.
Detén el paso del tiempo en tu reloj visitando Albarracín, lugar de inspiración de pintores, que hace viajar por la hechizante estela de épocas pasadas. Sin duda, un lugar donde perderte y encontrarte.
Albarracín es una de esas ciudades que uno tiene que visitar al menos una vez en la vida, una ciudad impresionante y única que hay que descubrir tranquilamente, sin prisas, disfrutando de cada detalle. La ciudad fue declarada Monumento Nacional desde 1961 y hoy en día sigue a la espera de ser declarada Patrimonio mundial de la Humanidad.
La presencia humana en Albarracín (Teruel) data de muy antiguo, de unos 6.000 años a.c Las primeras tribus neolíticas dejaron su huella a 5 kms de la ciudad en las cuevas naturales del Rodeno, donde se pueden ver escenas de caza , figuras humanas y de animales. Estas escenas se encuentran plasmadas en la Cochinilla del Obispo, Prado de los toros del Navazo, y en la Fuente del Cabrerizo que fueron declarados Monumento Nacional en 1929 y Parque Cultural de Albarracín en 1991.
Posteriormente tribus iberas y celtas también se establecieron en la zona y los romanos dejaron su huella más tarde construyendo uno de los acueductos más largos de la península entre Albarracín y la población de Cella. Actualmente, sólo quedan algunos tramos de ese acueducto, pero se conservan algunos gravados romanos en la Catedral de Albarracín.
Pero sin duda la huella más profunda la dejó el Imperio Musulmán . En el S. IX un grupo berberisco del Norte de Africa dependiente del califato de Córdoba, los Banu-Racin, se asientan en la zona creando una estructura urbana denominada Santa María de los Banu-Razin, respetando el nombre cristiano que le dieron los visigodos. Durante más de 300 años se convierte en una fortaleza inexpugnable para los cristianos debido a su localización rodeada de impresionantes farallones rocosos y del foso formado por el río Guadalaviar, sólo había una vía de acceso y ésta permanecía sellada por su magnífica muralla.
Construcciones en apariencia imposibles como es el caso de la Casa de la Julianeta, que posee una base muy estrecha y conforme va ganando altura va ampliando su superficie con el fin de ganar metros. Llama la atención sus diminutas ventanas que evitan que el frío del invierno y el calor del verano entren en la casa.
Si caminamos hacia la Plaza de la Comunidad podremos ver una de las dos puertas de la muralla que todavía hoy siguen en pie, el Portal del Agua, por aquí se bajaba al río Guadalaviar por la zona sur y todavía conserva su arco y la torre defensiva. La otra puerta es el Portal de La Molina, situada junto a la Casa de la Julianeta.
En el centro de la población se encuentra La Plaza Mayor y el Ayuntamiento, con sus balcones corridos y sus barandillas de forja, desde aquí sale todo el entramado de calles de Albarracín. Cerca se divisa La Catedral de San Salvador con su original cúpula formada por azulejos de colores y el Palacio Episcopal. Siguiendo una cuesta empedrada por detrás de La Catedral llegamos hasta el Castillo de Albarracín que se alza en lo alto de una roca .
Muy común en la artesanía de Albarracín es la forja que está presente en las rejas de las ventanas y que antiguamente era un ostento de riqueza . Según la tradición popular estas rejas servían para que las mujeres no escapasen de sus casas. ¡Dura época aquella!
También la forja es protagonista en los aleros de las casas y en las aldabas de las puertas, muchas de ellas en forma de lagarto, dragón o salamandra porque según dicen ahuyentaban los malos espíritus. Otro uso muy común era el de la madera que utilizaban en las celosías de las fachadas, celosías que permitían mirar desde el interior sin ser vistos desde fuera.
Pero sin duda lo que caracteriza a Albarracín es el color rojizo de sus casas debido a la utilización de yeso rojo artesano, autóctono y único de esta zona. Dependiendo de la hora del día las tonalidades de las fachadas van cambiando con las variaciones de luz, tonalidades que van del naranja al rosa. Y si de día es sorprendente visitar el pueblo por la noche lo es mucho más, cuando la luz amarilla de los faroles se refleja sobre las fachadas y las sombras se adueñan de las calles, dándole un aire misterioso y sobrecogedor.
Paseando por Albarracín te encuentras casas que nos recuerdan su pasado noble como El Palacio de los Monterde, con un gran escudo nobiliario y tres lagartos en el picaporte de la puerta. En la cerradura se puede ver la imagen de la Virgen del Pilar, Patrona de Aragón.
Otra de las casas más famosas de Albarracín y que llama la atención por su color es la Casa de Navarro de Arzuriaga, según cuenta la tradición un miembro de los Navarro Azagra conoció en uno de sus viajes de trashumancia a una joven de Andalucía, se enamoró de ella y le pidió matrimonio, pero ella le rechazó porque no quería dejar su ciudad para irse a vivir a Albarracín. El mozo insistió tanto que al final accedió, él estaba dispuesto a que ella no añorara su tierra así es que hizo en el interior de la casa un patio andaluz , la pintó de azul y llenó de rejas las ventanas. ¡Lo que no se haga por amor!
Otra de las torres defensivas famosas es la Torre de Doña Blanca, sobre la que existe una interesante leyenda . Está situada junto a la Iglesia de Santa María, en el barrio de la judería .
Si después de visitar la ciudad todavía os quedan fuerzas , merece la pena hacer una ruta por la ribera del río , esta ruta nos llevará de un extremo a otro de la ciudad . Después de hacer esta travesía se comprende mejor la situación estratégica de la ciudad y el importante papel del río Guadalaviar , sirviendo de foso natural y convirtiendo a Albarracín en una fortaleza inexpugnable durante muchos años.
Lugar donde hubo asentamientos prehistóricos hace 8.000 años. Posteriormente fue habitada por los celtas, en la Edad del Hierro por una tribu llamada Lobetanos. Colonizada después por los romanos llamandole a la ciudad Lvtum y en tiempos de los visigodos se la conocía como Santa María de Oriente. Tras la invasión árabe fue cuando alcanzó su máximo explendor, siendo crisol de tres culturas diferentes: La judía, la cristiana y la musulmana, dejando todas ellas, innumerables legados para la posteridad como por ejemplo, su rica historia, su peculiar arquitectura, sus trabajos artesanos de forja y madera torneada, sus costumbres, tradiciones y gastronomía.
Es mas que evidente que con toda esta exposición, no podéis dejar de visitar, esta magnífica e inmemorial Ciudad de Albarracín. Al natural y en directo, comprobareis, tan imponente maravilla universal.
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