martes, 26 de enero de 2016

LA MAGIA DEL VALLE DE ECHO.

EL VALLE DE ECHO: EN LOS ORÍGENES DEL REINO DE ARAGÓN.

Desde este trabajo pretendo difundir la historia, el arte, la cultura y la naturaleza de la villa y del valle de Echo, uno de los enclaves pirenaicos de Aragón, más hermosos y poco conocido. Su pasado, presente y futuro merecen la pena conocerse y compartirse. Con mi admiración , cariño y la mayor modestia.


La carretera que desde Puente La Reina de Jaca nos introduce en el Valle de Echo, sigue de forma inversa el curso del río Aragón Subordán. Apenas 24 kilómetros hasta la Villa de Echo que da nombre al valle, que formalmente comienza tras dejar a la derecha Javierregay.


Embún, Urdués, Echo y Siresa son los núcleos que componen con unos 1300 habitantes en total, el Valle de Echo, que en el siglo IX, llegó sus límites por el este hasta el Valle de Canfranc (Campo de los francos), formaron el pequeño Condado Carolingio de Aragón, que dio lugar a uno de los estados más poderosos de la Edad Media: el Reino de Aragón.

             

Toda la val se encuentra salpicada de vestigios que atestiguan un pasado glorioso y legendario. Los primeros que encontramos en la margen derecha del río son los restos del Convento de Nª Sª del Pilar de los Padres Mercedarios, primero del que dispuso en nuestro país ésta Orden Misionera, construida a finales del siglo XVII por la perseverancia de Martín Climente, hidalgo de Embún , y que fue destruido durante la Guerra de la Independencia.

            

Un poco más adelante, en la misma margen derecha del río, destaca en una ladera, Embún, cuyo sufijo céltico “dunun”, nos sugiere el probable origen celta de su fundación como poblamiento.




A pocos kilómetros, a la derecha, se sitúa el cruce que lleva hasta el valle de Aragüés del Puerto y Jasa. En éste mismo cruce se eleva sobre un pequeño promontorio la ermita de Santa Isabel, a cuyos pies apareció no hace mucho tiempo, durante las obras de ensanche de la carretera, una cueva sepulcral con restos humanos de adultos y niños, de aproximadamente 2.000 años A.C.

       

Dos kilómetros más adelante se encuentra la carretera que da acceso a Urdués, pequeña población que ya es mencionada en el 867 en el Cartulario de Siresa, con iglesia parroquial dedicada a San Martín ( al igual que la de Echo), y ermita dedicada a Santa María de Catarecha. 




Siguiendo la carretera, tras dejar el cruce con Urdués, el valle se abre y con Peña Forca (2390 m) al fondo, y la Sierra de los dos Ríos a nuestra izquierda, nos aproximamos a Echo, cabecera municipal del valle, y a Siresa. 


          

A la entrada de la villa de Echo, el Puente de La Torre, de factura medieval pero de probable origen romano, destaca sobre el río Aragón Subordán, que recientemente ha sido calificado como el mejor conservado medioambientalmente de todo Aragón, lo que parece verse justificado con la presencia , de nuevo, de nutrias en sus orillas.

            
  
Ya en Echo, lo primero que destaca es la arquitectura de sus casas, en especial los tejados y chimeneas. Los tejados, muchos de ellos a cuatro aguas, y grandes pendientes, le dan una forma peculiar a las viviendas, que no se encuentran en ningún otro valle pirenaico. La teja plana, de color rojizo, se producía en una “tellería” que instalada en el valle a principios del pasado siglo, generalizó su uso haciendo abandonar las tradicionales losas. Las chimeneas, troncocónicas, son de gran altura, conservándose varias que destacan por su esbeltez.

               

Otros elementos arquitectónicos a destacar, son la pequeña capilla a modo de peirón dedicada a San Antonio en el cruce que lleva a Ansó, así como el humilladero llamado la Cruz del Cristiano y la sencillamente denominada La Cruz a la salida del pueblo hacia Siresa, que son dos lugares de encuentro para las gentes del lugar, donde se conversa y se ve pasar a los demás.

             

La parroquial de Echo está consagrada a San Martín de Tours, el santo medieval ejemplo de caridad al que se le representa repartiendo su capa con los pobres. El edificio que podemos contemplar, está reconstruido en 1829, ya que el 28 de Agosto de 1809, las tropas napoleónicas que asolaron el valle en busca de los guerrilleros que les hostigaban al mando de D. Mariano Sarasa, natural de Embún, quemaron dos terceras partes de la villa, incluída la iglesia de origen románico.

Entre las pocas casas que se libraron del fuego, podemos contemplar en la calle Mayor, la casa en la que nació Fray Juan Regla, confesor de Carlos I y posteriormente de Felipe II, y que representó a la delegación eclesiástica española en el Concilio de Trento.

Al otro lado del río, junto al cementerio, destaca la ermita de la Virgen de Escagüés o Escabués, que originalmente fue la parroquial de una pequeña aldea medieval del mismo nombre.





En Echo podremos visitar el Museo Etnológico “Casa Mazo”, que además de numerosos elementos que nos recrean cómo era la vida de estos valles en otros tiempos, alberga una magnífica colección de fotografías de Ricardo Compaired.

En el “Pallar de Agustín” y los campos que lo circundan, se pueden contemplar más de cuarenta esculturas modernas, casi todas ellas en piedra, de distintos artistas , que fueron el resultado de un fructífero y famoso Simposium que desde mediados de los años setenta y durante una década, se celebró en Echo, bajo la dirección de Pedro Tramullas.

            

Salimos de Echo, en dirección norte, y a escasos dos kilómetros, nos encontramos con el precioso pueblo de Siresa, en el que destaca fundamentalmente, una de las joyas arquitectónicas más importantes de Aragón: el Monasterio de San Pedro de Siresa.

           

El Monasterio, está íntimamente ligada a la historia de Aragón, ya que fue en el año 833 cuando al mando de Galindo Aznárez I, conde funcionario de la corte carolingia, un gran contingente de soldados y monjes, entraron por el Puerto de Palo y ocuparon el Valle de Hecho, dando origen al Condado de Aragón.

De acuerdo con las costumbres culturales de los carolingios, Galindo I y el abad Zacarías fundaron el monasterio de San Pedro de Siresa, centro religioso, cultural y económico que ordenaría y regiría la vida y economía del valle. En el año 848, el monasterio fue visitado por el obispo mozárabe, posteriormente santificado, Eulogio de Córdoba, quién dio testimonio de que contaba con un centenar de monjes y una de las mejores bibliotecas de la época de libros clásicos y cristianos. 


El monasterio albergó, durante su periplo por tierras oscenses, al Santo Grial legendario antes de ser trasladado a la catedral de Jaca y de allí al monasterio de San Juan de la Peña.

Desde Siresa, podemos seguir viaje hasta la Selva de Oza, atravesando el desfiladero de la Boca del Infierno, en cuyos alrededores ubicó el historiador D. Antonio Ubieto, la derrota del ejército de Carlomagno, episodio conocido como de Roncesvalles.



               

Ya en Oza, el paisaje se convierte en alpino, con enormes masas boscosas de hayas, pinos y abetos, enmarcados por altas cumbres, como el Castillo de Acher, Chipeta, Petrechema, etc... y todo ello salpicado del mayor conjunto de elementos megalíticos de todo Aragón, entre los que además de dólmenes y cromlechs, recientemente se ha descubierto en la llamada Corona de los Muertos, un conjunto de más de 118 círculos megalíticos, que bien podrían ser los restos del mayor habitat neolítico encontrado en toda la cadena pirenaica.

            


           

El camino prosigue hacia el Puerto del Palo, siguiendo el trazado de la calzada romana que desde Zaragoza atravesaba el Pirineo Central hasta el Bearn. De ésta calzada se conservan varios kilómetros que por encima de la Boca del Infierno formaron parte del Camino viejo a Oza y Francia, y que además de construído y atravesado por las legiones romanas, fue camino principal de peregrinación a Santiago durante doscientos años, antes de la construcción del Hospital de Santa Cristina de Somport y de la Catedral de Jaca.

         

Todo nuestro recorrido se encuentra jalonado de innumerables caminos antiguos entre los pueblos, senderos de montaña y pistas, que hacen de la zona el paraíso del senderismo y montañismo.

            

La caza mayor, la pesca, la gastronomía de la zona, la amabilidad y alegría de vivir de las gentes del valle, junto a una magnífica oferta de restauración y alojamientos hace de la visita de éstos valles, uno de los mejores destinos turísticos y culturales que podemos encontrar en todo el Pirineo.






(Artículo publicado por la revista VIAJAR POR ARAGÓN.)

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